martes, 31 de marzo de 2009

Otra noche mas.


A veces, en el silencio de la noche, es cuando mas siento la soledad. Es en esos momentos, cuando se que no hay nadie a mi lado, cuando extiendo mi brazo, esperando tocar a alguien que no esta, cuando mas extraño la compañia de alguien. Cierro los ojos e intento controlar mi respiracion, lentamente, llamando al sueño que se niega a venir. A veces tengo que tirar de esa maldita pastilla que siempre esta encima de la mesa de noche, y que hace que al dia siguiente me despierte como si acabase de salir de una borrachera. Despues de un dia de trabajo febril, esa medicacion me ayuda a descansar mi cuerpo, pero no la mente, embotada despues de tantas horas de tensión. Las pocas veces que he podido sumergirme en un sueño placentero, sin ayuda de ningun tipo, he podido acceder a ese mundo que esta entre la realidad y el sueño, en el cual puedes ser totalmente libre y vivir en un mundo hecho de deseos y recuerdos. En el he vuelto a mi tierra, he recorrido con pasos firmes los lugares en los cuales crecí y fui feliz. He vuelto a perderme en sus bosques, a escuchar el susurro de la brisa entre las hojas de los arboles y la risa cantarina del pequeño arroyo junto al cual me gustaba sentarme, fascinada, escuchando su eterna canción. He paseado de nuevo por campos y pumaradas junto a Cadí, mi caballo, y juntos hemos comido manzanas recien cogidas, humedas de gotas de rocío de la mañana. Juntos cabalgamos a la luz de la luna, bendecidos los dos por los rayos benevolentes de la Diosa, en perfecta comunion con Ella. He visto de nuevo un amanecer, he sentido el calor del sol y el frio vigorizante del orbayu sobre mi piel, como si la naturaleza extendiese una cortina suave y liviana delante de mis ojos. Y he sido libre, como nunca hasta ahora lo he sido.
A veces, cuando despierto, tras un sueño reparador y relajante, sigo oliendo por unos breves segundos el aroma del heno recien cortado, de la flor del manzano en la pumarada, del pan recien cocido, y en mis oidos resuenan los sonidos de las golondrinas bajo el alero de mi ventana, la campana de la iglesia repicando, alla abajo, en el pueblo, y el sonido inquieto de los cascos de Cadí en la cuadra, solicitando su paseo matinal. Aun echo de menos mi contumbre diaria, como un ritual, de levantarme de mi cama, descorrer las cortinas y abrir los balcones de mi habitación, dando paso al amanecer, a la vida y a todo un maravilloso paisaje de un valle visto desde lo alto de una montaña. Tantas veces he deseado quedarme alli...
Esa es mi tierra, donde, aunque sola, soy feliz, donde siento mas cerca a la Señora, y donde noto su abrazo, su consuelo, y a traves de todo lo que veo, noto su amor, su aliento diciendome que no estoy sola, que Ella esta a mi lado.
Es entonces cuando despierto, cuando extiendo la mano y solo noto mi cama vacia. Y pienso si no seria mejor empezar de nuevo en otra parte, con lo que tengo, y no volver la vista atras. Me pregunto si vale la pena seguir adelante, esperar su llegada algun dia...esperar, siempre esperar. Y asi es como, pensando si mi lucha tiene sentido, amanece un nuevo dia, y todos mis sueños han resultado ser una noche mas.

1 comentario:

  1. El vacío de cada mañana es lo que une a todos los que silenciosamente vivimos la soledad. No se trata de abrazarse a la expectación provocada por la espera. Se trata, más bien, de querer volver a despertarse, pero de otra manera. Ahora ya no hay futuros donde alcanzar una meta. Solamente hay presentes que llenar (con convencimiento) de cosas muy buenas.

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