miércoles, 13 de mayo de 2009

UN COMIENZO ll


Siempre la había amado, mas que a nada, mas que a su propia vida. Supo desde el primer momento que no debía dejar pasar la oportunidad, que era un tren que había que coger en marcha, por que ya no pasaría ninguno igual. Y se empleó a fondo en conquistarla, desde aquel primer dia en que la vio llegar hasta él y se sentó a su lado. Tomaron café, y el quedó tan absorto en aquellos inmensos ojos azules, que aunque le hubieses echado sal en el café no lo hubiese notado, bebiendo las palabras que salían de sus labios. Y su voz, sensual y suave, le excitaba en grado sumo, semejate a aquellas voces que siempre escuchó en los teléfonos de líneas eróticas. Era una mujer perfecta, la hembra por excelencia, aquella que solo con su paso levantaba pasiones por doquiera que fuese, y hacía que hasta el varon mas recio y curtido volviese la cabeza a su paso. Amaba su pelo, mas negro que la mas negra noche, suave y brillante, contrastando con sus ojos azules y su piel blanca. Al verla pensó que un hada se habia acercado a él, y aunque sabía que era un ser real, pensaba que debería de tener algo de irreal, por que seguía creyendo que le tenía embrujado. La extrañaba cuando estaba lejos, la necesitaba, y hasta el dia mas triste y nublado se llenaba de sol solo con ver aquellos ojos amados. Y ahora, tras una ardua conquista, estaba junto a él, tendidos ambos en un lecho de suaves sábanas blancas, dormida a su lado. Acarició su cuerpo despacio, recorriendo cada curva de su cuerpo, su cadera, su espalda, sus senos, el nacimiento del pelo, su mejilla. Ella se despertó suavemente, acercando su cuerpo, buscando su calor, y le miró dulcemente, sonriendo, con aquellos ojos infinitos, profundos, tan azules como el mas limpio cielo. Notó como se excitaba, como su cuerpo pedía urgentemente que la hiciera suya. Solo con la mirada, ella comprendió y, solícita, se dispuso a complacerle, abriendo su cuerpo para él. Y se amaron apasionadamente. Ella le miraba, suspirando y jadeando, sonriendo. El la miró dulcemente, con ternura, y en el momento del clímax, cuando se ella se disponía a cerrar los ojos, el la pidió, despacio, suave:

-Por favor, mirame, no cierres los ojos...

2 comentarios:

  1. En el amor como en ningún otro ejercicio de la vida, hay que procurar estar siempre con los ojos abiertos, no obstante, como en ninguna otra nos vemos impelidas a cerrarlos...
    Buen texto, seguiré pasando. :)

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tus comentarios.
    No hay más entradas, se supone que ésta funciona como presentación, pero si linkeas en los hipervínculos de cómo se organiza el prontuario, ahí sí habrá movimiento. Por ahora son:
    http://bestiarioinfinito.blogspot.com
    http://cartasparagonzalo.blogspot.com
    Veremos si el tiempo me da para ir subiendo otro tipo de escritos.
    Abrazos de cordillera andina

    ResponderEliminar